La paradoja de la sobrevaloración: Bitcoin vuela mientras otras cripto se estrellan
Por FIMUN | Análisis de mercados financieros | julio 2025
“La mayoría piensa que todo está caro, pero el precio siempre lo pone el más optimista.”
Vivimos en una época donde los mercados financieros parecen estar desconectados de la realidad. Todos dicen que las acciones están sobrevaloradas. Muchos creen que Bitcoin es una burbuja que algún día explotará. Y sin embargo, ahí están: el S&P 500 cerca de máximos históricos y Bitcoin coqueteando con los $100,000. ¿Cómo es posible? ¿No se supone que los precios reflejan la opinión general del mercado?
No es así. Y ahí empieza la paradoja.
¿Qué es la paradoja de la sobrevaloración?
Es el fenómeno por el cual el precio de mercado de un activo —acciones, índices, criptomonedas— suele estar más alto de lo que la mayoría de los participantes creen que “debería” estar.
La primera gran revelación es que el mercado no es una “máquina de votar” como muchos creen. Benjamin Graham, una leyenda de la inversión, popularizó esta idea, sugiriendo que los precios reflejan la opinión mayoritaria. Sin embargo, esto es un mito. Los precios en los mercados financieros, que funcionan como subastas, son fijados por el comprador y el vendedor marginales, es decir, aquellos que están dispuestos a aceptar y pagar el precio más alto en un momento dado, ese comprador define el precio.
Piensa en una subasta: el objeto se lo lleva el mejor postor, no el que tiene la opinión más “promedio” sobre su valor. Esto significa que el precio de mercado siempre refleja el optimismo extremo de una minoría (la que compra). Si posees una acción, es porque la valoras más que los demás, y el precio que pagaste (o que estás dispuesto a aceptar) es un reflejo de ese optimismo. Los pesimistas, por muy ruidosos que sean, no fijan los precios; solo lo hacen aquellos que están dispuestos a comprar (o vender) en el margen.
Esta dinámica se aplica tanto a las acciones individuales como al mercado en general. Cuando la mayoría de las acciones que componen un índice como el S&P 500 están en manos de inversores optimistas que creen en su potencial, la valoración agregada del índice parecerá “sobrevalorada” para la mayoría de los participantes del mercado que no comparten ese nivel de optimismo.
La lógica es simple pero contraintuitiva: en un mercado de subasta como Wall Street (o cualquier exchange de criptos), el precio lo define el comprador marginal, es decir, el postor más optimista. No importa si el 90% cree que el mercado está caro. Si el 10% optimista sigue comprando, el precio sube.
Esto no es un defecto del sistema. Es un resultado inevitable de cómo se forman los precios.
Hoy en día, un gran impulsor de este optimismo extremo en el mercado tradicional es la Inteligencia Artificial (IA). Los inversores marginales, que son quienes dictan los precios, están convencidos de que la IA impulsará un crecimiento y una rentabilidad sin precedentes. Aunque muchos son escépticos sobre el impacto real de la IA, sus opiniones no importan en la formación de precios. Solo las de aquellos que están dispuestos a apostar fuerte por ella.
Los colapsos del mercado ocurren cuando este grupo optimista, el que fija los precios, finalmente reconoce riesgos importantes que antes había ignorado. Es una “ineficiencia” en el mercado: los precios no se ajustan inmediatamente a la nueva información, lo que crea oportunidades para quienes identifican los riesgos con antelación.
Bitcoin: el ejemplo extremo
Bitcoin ha sido el símbolo por excelencia de esta paradoja. Desde su creación ha sido objeto de críticas, memes y teorías de burbuja. Durante más de 15 años, Bitcoin ha desafiado las expectativas de la mayoría, que lo consideran gravemente sobrevalorado, mientras su precio sigue escalando, pero también ha acumulado una base de seguidores que no solo creen en él, sino que lo veneran con fervor casi religioso.
Los promotores de Bitcoin han construido una ideología, el “HODLing” (mantener las criptomonedas a largo plazo, sin importar las fluctuaciones), que se basa en afirmaciones que no son fácilmente cuantificables ni refutables económicamente. A diferencia de una acción, Bitcoin no tiene ganancias, dividendos ni un valor fundamental medible. Esto permite a sus entusiastas asignarle el valor que deseen.
Bitcoin no tiene fundamentales cuantificables. Su valor está completamente determinado por la narrativa de quienes lo compran. Mientras haya un grupo dispuesto a pagar $100,000 por un BTC y otro que no lo quiera soltar por menos de eso, ese será su precio. Aunque el 95% del mundo crea que vale cero.
Y ojo: esto también explica por qué otras criptomonedas no despegan. No basta con existir ni con tener buena tecnología. Si no hay un grupo suficientemente fanático y convencido que mantenga la narrativa viva, el precio no se sostiene.
¿Y qué pasa con las acciones?
La paradoja no es exclusiva del mundo cripto. También aplica al mercado de valores. La mayoría de los encuestados por Bank of America, Schwab o Yale —inversores institucionales e individuales— casi siempre cree que el mercado está sobrevalorado.
Pero los precios siguen subiendo. ¿Por qué? Porque el grupo que posee las acciones (los más optimistas) sigue creyendo que las ganancias futuras serán fuertes, impulsadas hoy, por ejemplo, por la Inteligencia Artificial (IA). Y mientras no cambien de parecer, el mercado no baja.
Solo cuando ese grupo optimista reconoce un riesgo inminente —una recesión, un colapso geopolítico, una crisis bancaria— los precios corrigen. Hasta entonces, los escépticos no tienen influencia en el precio.
La lección principal de la paradoja de la sobrevaloración es que tu opinión personal sobre el “valor intrínseco” de un activo (ya sea una acción o una criptomoneda) puede ser irrelevante para su precio de mercado. Lo que realmente importa es el optimismo (y el fanatismo) del inversor marginal.
Para tener éxito en los mercados actuales, especialmente en el espacio cripto, necesitas ir más allá de la sabiduría convencional. No te centres en lo que la mayoría cree que “debería” valer un activo. En cambio, estudia a los inversores más optimistas: ¿qué los motiva? ¿Qué podría hacer que cambien de opinión?
Las tres lecciones para el inversor moderno
1. El mercado no es una democracia
No gana quien más votos (opiniones) tenga, sino quien más dinero esté dispuesto a poner sobre la mesa.
2. La narrativa vale más que el análisis
En activos como Bitcoin, la historia que se cuenta (oro digital, reserva de valor, libertad financiera) pesa más que cualquier cálculo financiero.
3. Cuidado con pensar “esto está caro” como excusa para no invertir
En su momento muchos se quedaron esperando a que Apple o Nvidia bajaran para comprar. Nunca bajaron. Porque el mercado no espera a que estés listo.
Conclusión: La mente sobre la materia… de mercado
La paradoja de la sobrevaloración no es una anomalía: es una regla microeconómica. El precio no refleja el consenso, sino el precio de reserva de quienes más valoran el activo. Esto aplica al S&P 500, a Tesla, a activos sin utilidad clara pero con una narrativa poderosa como el Bitcoin.
Como inversor, no basta con evaluar si algo “está caro”. Debes preguntarte:
¿Qué sostiene el precio actual? ¿Quién está dispuesto a pagar más? ¿Qué pasaría si cambia la narrativa?
Entender esta dinámica puede ayudarte no solo a evitar errores, sino a identificar oportunidades cuando todos creen que “ya se pasó el tren”.
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